miércoles, 20 de noviembre de 2013

Historias de amor que nunca se acaban y buses que no es necesario coger


Muchos me habéis preguntado, por qué  hace tiempo que no escribía, y habéis especulado con varias hipótesis, que admito, me han gustado bastante; sencillamente no lo he hecho porque pensaba  que no era un buen momento para escribir hasta no encontrar una solución al penoso asunto del coche de Thelma y Louis.


 Allí se encontraban las dos. Thelma y Louis, a punto de crisis de histeria, en mitad de la avería de su descapotable verde azulado impecable.  De esos que no te dejan indiferente al pasar. No era efectivamente lo que podíamos llamar su gran día. 
Por desgracia, de un tiempo para acá el coche de ambas sigue en el taller, Thelma y Louis cogen el bus.  ¿Los buenos tiempos han pasado?.


I- Comienza el día con energía , sudor y ¿lágrimas?


Aquel día empezó mordiendo un meloso croissant  en el bar de la esquina a las 8.00 de la mañana,  mirando las fotos y los títulos del periódico, poniendo cara de asumir que la política internacional nos abruma, y engañándonos, como siempre, porque en el fondo todos sabemos que NO  estamos leyendo completamente el periódico a esas horas, que SÓLO lo leemos en profundidad cuando en la oficina , ya hasta las narices del día, se nos ocurre mirar el Marca, el País o el Abc, pasando siempre antes por la sección del horóscopo, de la mujer que misteriosamente tiene un blog de sexo ininterrumpido en el País o la que escribe que se ha ido a Cuba o que sigue allí (ésta última sí que os la recomiendo por las espectaculares fotos que publica en su blog diario ). 

El caso es que el día se me pegó al paladar desde por la mañana como el glass de ese magnífico croissant y se me apuntaló entre los dientes sin lograr irse.

II-       Alguna que otra adicción


Mi entrada en la oficina fue la típica entrada de un día de encierro en San Fermines, la carrera oficial empezó a las 8.27 y debía finalizar a y 30. Es en ese justo instante cuando te das cuenta de que vas tarde, de que vas a tener que explicar ese minuto de más ante el sistema y es entonces cuando valoras tu integridad o el minuto y prefieres salir corriendo, dispuesta a romper tus recién estrenados zapatos de Zara y cargarte su estupendo ante beig antes que sufrir las consecuencias de llegar ese minuto tarde y lo peor de todo:  explicarlo.

Llegas a tu sitio sudando, sin maquillaje, con el tacón roto y haciendo ese odioso ruidito que crece cuando te falta una tapa del zapato  y a lo lejos, por suerte repito a lo lejos, la ves a Ella, a esa mujer,  que inexplicablemente te odia desde el primer día que pusiste un pie en la oficina hace ya años, la que no puede evitar volverse cuando pasas y mirarte con cara de Terrier en celo. Pero especialmente, aquella mujer a la que detestas su misterioso gusto por los zapatos de plástico charol “andamiado” ( dícese de aquella suela alta que plagió una firma asiática tipo "maripepa" y que la convirtió en un andamio), su temeroso traje de licra y sus ya conocidos “trajecamiseta"  por usar una forma “In” de decir  “ le falta la parte de abajo” . Pues bien, para que no lo olvidemos en los tiempos que corren, en ella queda patente lo que en su día debió ser la valoración masculina del intelecto.


Siguiendo por mi derecha,  está sentada Thelma, quien te saca una sonrisa nada más verte llegar con esas trazas, cuando tu  piensas en Kill Bill, o en un poquito de gasolina y a lo Bonzo o simplemente en Ocean´s Twelve y la miras y entonces ,sólo exclusivamente sólo, es cuando sonríes.


Luego llega la hilera de tareas que no entiendes por qué estas haciendo, pero que tienes que hacer y la hilera de preguntas absurdas, que tampoco sabes porqué estás respondiendo, pero que tienes que responder y es entonces cuando gritas: se me ha averiado el coche.



Cuando se te avería un coche, te cabreas, incluyes alguna patada en la amalgama de variopintos movimientos irrepetibles que se hacen y piensas "ya no pudo hacer absolutamente nada de lo que quería hacer",bajando como del cielo un listado de cosas pendientes que nunca llegarán a realizarse por tener averiado el coche y como no,  dramatizando por supuesto la situación, creo que por la reminiscencia latinoamericana de aquellas telenovelas que nos ponían las abuelas cuando éramos niñas , llamémosla Cristal, Lucecita, Esmeralda …un sinfín de dramones de la pequeña pantalla.

Pues bien, ese día que a Thelma y a Louis se les averió el coche, fue cuando no podían ya más, cuando se dieron cuenta de que  nos hemos convertido en adictos

Adictos por acostumbrarnos al día a día y hacer que siga así. Lo mismo que nos hemos acostumbrado a aquel trabajo que no nos gusta, al café de máquina malo, a la leche en polvo que se mezcla con este café, a ver la cara diaria de la presunta implicada en fomentar que la industria china en España emerja gracias a sus  modelitos  matutinos “ In” que lleva orgullosa como si a la semana de la moda de París  fuera , en fin… adictos a estar acostumbrados a ser adictos.

III.- Hay historias de amor que nunca se acaban y buses que no es necesario coger 


Llegados a este punto, Thelma y Louis iban a tener el coche en el taller por mucho tiempo .


Por ello, pensé en varias soluciones, que no fuera coger un bus meticulosamente establecido y  con un trayecto marcado que no les sacaría de aquella rutina ni les solucionaría el problema de su coche averiado,  y finalmente le recomendé a Louis ir caminando al trabajo.  Sé que al principio le sonaría una locura, un gran cambio; pero ocurrió lo inimaginable....

Es entonces cuando ella le conoció a él.

Le observó mientras esperaba en una parada de autobús cercana, eso sí como dice la canción "sin medias negras ni barro en el tacón". 

Ella se acercó en un intento de suicidio emocional asaetándole a preguntas:   si le gustaba el café malo de maquina, si le encantaba el plástico de los zapatos andamiados y las preguntas absurdas y  escuchó un NO, alto y claro , NO  por respuesta. Ella le abordó como una inmolación, como en aquella película que termina en un beso inesperado y en una bofetada, pero esta vez sin ella. Y comenzaron a caminar,  la acompañó hasta la entrada de su San Fermines diario y poco a poco la ayudó a colocarse incluso el pañuelo rojo antes del pistoletazo de salida o de entrada ,en esta caso, cada mañana, y a sonreír cuando se le rompía la tapa del zapato por correr desesperada . Logró, cuando le encontró a él, buscar fuera del taller una solución temporal entre el bus y el coche a la espera de salir de la costumbre.




Thelma, sin embargo, está de viaje. Ella ahora usa más el avión que el coche y  cada vez que llega a su destino se olvida una maleta para, con esa escusa, ir todos los veranos a buscarla.

Yo, he vuelto a escribir para lograr por un rato escapar del bus, del coche y sobre todo de las pasarelas “in” y diría "out" de París.

No hay comentarios:

Publicar un comentario