Muchos
me habéis preguntado, por qué hace tiempo que no escribía, y habéis especulado con varias hipótesis, que admito, me han gustado bastante; sencillamente no lo he hecho porque pensaba que no era un buen
momento para escribir hasta no encontrar una solución al penoso asunto del coche de Thelma
y Louis.
Allí se
encontraban las dos. Thelma y Louis, a punto de crisis de histeria, en mitad de
la avería de su descapotable verde azulado impecable. De esos que no te dejan indiferente al pasar. No era efectivamente lo que podíamos llamar su
gran día.
Por desgracia, de un tiempo para acá el coche de ambas sigue en el taller, Thelma
y Louis cogen el bus. ¿Los buenos tiempos
han pasado?.
I- Comienza el día con energía ,
sudor y ¿lágrimas?
Aquel
día empezó mordiendo un meloso croissant en el bar de la esquina a las 8.00 de la mañana, mirando las fotos y los títulos del periódico,
poniendo cara de asumir que la política internacional nos abruma, y engañándonos, como siempre, porque en el fondo todos sabemos que NO estamos leyendo completamente el periódico a esas horas, que SÓLO lo
leemos en profundidad cuando en la oficina , ya hasta las narices del día, se nos
ocurre mirar el Marca, el País o el Abc, pasando siempre antes por la sección del
horóscopo, de la mujer que misteriosamente tiene un blog de sexo ininterrumpido
en el País o la que escribe que se ha ido a Cuba o que sigue allí (ésta última sí que os la recomiendo por las espectaculares fotos
que publica en su blog diario ).
El caso es que el día se me pegó al paladar desde por la mañana
como el glass de ese magnífico croissant y se me apuntaló entre los dientes sin lograr irse.
II- Alguna que otra adicción
Mi
entrada en la oficina fue la típica entrada de un día de encierro en San Fermines,
la carrera oficial empezó a las 8.27 y debía finalizar a y 30. Es en ese justo instante cuando te das cuenta
de que vas tarde, de que vas a tener que explicar ese minuto de más ante el sistema y es entonces cuando valoras tu integridad o el minuto y
prefieres salir corriendo, dispuesta a romper tus recién estrenados zapatos de Zara y cargarte su estupendo ante beig antes que sufrir las
consecuencias de llegar ese minuto tarde y lo peor de todo: explicarlo.
Llegas
a tu sitio sudando, sin maquillaje, con el tacón roto y haciendo ese odioso
ruidito que crece cuando te falta una tapa del zapato y a lo lejos, por suerte repito a lo lejos, la
ves a Ella, a esa mujer, que inexplicablemente te odia desde el primer día que
pusiste un pie en la oficina hace ya años, la que no puede evitar volverse cuando pasas y mirarte con cara de Terrier en celo. Pero especialmente, aquella mujer a la que detestas su
misterioso gusto por los zapatos de plástico charol “andamiado” ( dícese de aquella suela alta que plagió una firma asiática tipo "maripepa" y que la convirtió en un andamio), su temeroso
traje de licra y sus ya conocidos “trajecamiseta" por usar una forma “In” de
decir “ le falta la parte de abajo” . Pues bien, para que no lo olvidemos en los tiempos que corren, en ella queda patente lo que en su día debió ser la valoración masculina del intelecto.
Siguiendo por mi derecha, está sentada Thelma, quien te saca una sonrisa nada más verte llegar con esas trazas, cuando tu piensas en Kill Bill, o en un poquito de
gasolina y a lo Bonzo o simplemente en Ocean´s Twelve y la
miras y entonces ,sólo exclusivamente sólo, es cuando sonríes.
Luego
llega la hilera de tareas que no entiendes por qué estas haciendo, pero que
tienes que hacer y la hilera de preguntas absurdas, que tampoco sabes porqué estás
respondiendo, pero que tienes que responder y es entonces cuando gritas: se me ha averiado el coche.
Cuando
se te avería un coche, te cabreas, incluyes alguna patada en la amalgama de variopintos movimientos irrepetibles que se hacen y piensas "ya no pudo
hacer absolutamente nada de lo que quería hacer",bajando como del cielo un listado de cosas pendientes que nunca llegarán a realizarse por tener averiado el coche y como no, dramatizando por supuesto la
situación, creo que por la reminiscencia latinoamericana de aquellas telenovelas
que nos ponían las abuelas cuando éramos niñas , llamémosla Cristal, Lucecita,
Esmeralda …un sinfín de dramones de la pequeña pantalla.
Pues bien, ese día que a Thelma y a Louis se les averió el coche, fue cuando no podían ya más, cuando se dieron cuenta de que nos hemos convertido
en adictos.
Adictos por acostumbrarnos al día a día y hacer que siga así. Lo mismo que nos hemos acostumbrado a aquel trabajo que no nos gusta, al café
de máquina malo, a la leche en polvo que se mezcla con este café, a ver la cara diaria de la presunta implicada en fomentar que la
industria china en España emerja gracias a sus modelitos matutinos “ In” que lleva orgullosa como si a la semana de
la moda de París fuera , en fin…
adictos a estar acostumbrados a ser adictos.
III.- Hay historias de amor que nunca se acaban y buses que no es necesario coger
Llegados
a este punto, Thelma y Louis iban a tener el coche en el taller por mucho
tiempo .
Por
ello, pensé en varias soluciones, que no fuera coger un bus meticulosamente establecido y con un trayecto marcado que no les sacaría de aquella rutina ni les solucionaría el problema de su coche averiado, y finalmente le recomendé a Louis ir caminando al trabajo. Sé que al principio le sonaría una locura, un gran cambio; pero ocurrió lo inimaginable....
Es entonces cuando ella le conoció a él.
Le observó mientras esperaba en una parada de autobús cercana, eso sí como dice la canción "sin medias negras ni barro en el tacón".
Le observó mientras esperaba en una parada de autobús cercana, eso sí como dice la canción "sin medias negras ni barro en el tacón".
Ella se acercó en un intento de suicidio emocional asaetándole a preguntas: si le gustaba el café malo de maquina, si le
encantaba el plástico de los zapatos andamiados y las preguntas absurdas y escuchó un NO, alto y claro , NO por respuesta. Ella le
abordó como una inmolación, como en aquella película que termina en un beso
inesperado y en una bofetada, pero esta vez sin ella. Y comenzaron a caminar, la acompañó hasta la entrada de su San
Fermines diario y poco a poco la ayudó a colocarse incluso el pañuelo rojo
antes del pistoletazo de salida o de entrada ,en esta caso, cada mañana, y a sonreír cuando se le rompía la tapa del
zapato por correr desesperada . Logró, cuando le encontró a él, buscar fuera del taller una solución temporal
entre el bus y el coche a la espera de salir de la costumbre.
Thelma, sin embargo, está de viaje. Ella ahora usa más el avión que el coche y cada vez que llega a su destino se olvida una maleta para, con esa
escusa, ir todos los veranos a buscarla.
Yo,
he vuelto a escribir para lograr por un rato escapar del bus, del coche y sobre
todo de las pasarelas “in” y diría "out" de París.
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